Alicia en el País de las Maravillas

Posted: martes, 27 de abril de 2010 by sublibrarian of the year in Etiquetas: ,
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Titulo: Alicia en el país de las maravillas

Director: Tim Burton
Año: 2010
Actores principales: Mia Wasikowska es Alicia; Johnny Depp, como el Sombrerero Loco; Anne Hathaway como la Reina Blanca ; Helena Bonham Carter encarnando a la reina Roja.

Alicia en el país de las maravillas 

 La película de Tim Burton no sigue el libro de Lewis Carroll. Es decir, a pesar de tener el mismo título no es una adaptación. Como en las diferentes obras con referentes mitológicos, se apoya en el conocimiento y background del público para presentar una versión con variaciones; con el invariante obvio de la protagonista y algunas de las peripecias presentes en el libro homónimo.
Que pueda verse en 3D refuerza el efectismo y hace más vívido el adentrarse en el país de maravillas. Pero el 3D no juega ningún papel determinante en la construcción de la historia, es una tecnología en su prehistoria y aún no ha creado su propia gramática visual, de momento es una transformación en la presentación de los decorados y que aporta algunas sorpresas sueltas. Desde Melies (en 1905) el cine ha sido truco, magia que engaña al ojo, construcción de una narración que atrae para su seguimiento.
Las victimas de Cahiers du cinema o seguidores del cinema verité o del verismo, dirán que es un cine de industria y no de autor. Pero tendrán que reconocer que si lo filmado puede no ser una puesta en escena, lo que se proyecta siempre es una construcción seleccionada con un estilo u otro. La pantalla para las películas de “cine realista” también son una superficie bidimensional y presenta como movimiento lo que de hecho es la proyección del paso de 24 fotogramas por segundo. Trucos, como la técnica simbólica de la perspectiva, que la convención visual ha hecho invisibles. La críticas tecnófobas no tienen lugar, vienen del mismo tipo de gente que dentro de 50 años hablará en rancio de los “clásicos en 3D”.

Cómo empieza y cómo acaba la película 

Alicia en el país de las maravillas trata de la afirmación. Trata de la afirmación como acto verbal que fijará tu mundo y te convertirá en lo que serás. Decir no a la realidad será la auténtica iniciativa, será hacer el proyecto de su biografía en otros mundos que están en este. No seguir el camino de las mujeres que la rodean, hacer caminos nuevos, racionalizados utilitarísticamente como nuevas rutas comerciales.
La película empieza ahí donde acabaría el cuento de hadas. Con una ceremonia de petición de manos que, parece, conducirá al matrimonio. Aunque el pretendiente esté de rodillas se trata de una falsa humildad que reclama una respuesta automática. Antes de inclinarse y quedar doblada por la afirmación y decir “sí, quiero”, Alicia se pone patas arriba y viaja por lo que pasa cuando no dices sí. Un viaje de la afirmación a la voluntad, y del que volverá con el poder de decidir. Rodeada de presiones para que opte por la seguridad optará por el poder elegir cada vez, por la aventura.
El viaje por el país de la maravillas no es la búsqueda del verdadero amor, no es como el de Ulises que permite identificar a los falsos pretendientes y que la verdad salga a la luz. Alicia tampoco le dice que sí al sombrerero, que también la ha esperado mucho tiempo, como su pretendiente rijoso y cargado de certezas puñeteras y que suma el paquete de una suegra horrible. Alicia experimenta la diferencia entre quien la pone en un brete y quien la deja elegir. Su conquista, tras matar a Galimatazo, liberada del embrollo y la confusión, no es el encuentro y unión con quien la quiere de verdad, es el poder querer decidiendo cada vez.
En la película de Tim Burton Alicia ya no es una niña pequeña, es una mujer a las puertas del matrimonio. Y su visita es presentada como la segunda. La primera la hizo de pequeña en la asexualidad inocente, en esta segunda visita llega a desplazar su género haciendo de paladín de la reina blanca. Son los momentos Juana de Arco, y con la sangre de Galimatazo consigue poder decidir si vuelve o se queda. No está impelida a volver como la Dorothy del Mago de Oz. Regresará, pero no para quedarse. No era un viaje para volver, ha sido un viaje para revolverse y salir de la repetición de las vidas circulares.
En la película de Tim Burton Alicia no se duerme involuntariamente, se fuga. Alicia no se fue sin despedirse para volver distinta y restaurar un desequilibrio, hacer valer sus derechos o el reconocimiento de sus condiciones. Sólo vuelve para despedirse definitivamente, Itaca es su voluntad. 

Una sonrisa que amenaza indicando la salida

El gato de Cheshire ha encontrado su presentación ideal, en 3D parece que por fin podemos verlo tal y como había que imaginárselo. Su condición de dios menor, con su capacidad de aparecer y desaparecer, su ubicuidad, su presencia destinada a resaltar el ausentarse, su ir venir entre el grosor sólido y lo que se esfuma, contribuyen a dar más solidez al suelo que pisa Alicia. Pero simultáneamente sirve para recordar que la presencia no es ajena a la ausencia, que todo mostrar es un ocultar, que el referente debe mucho a las palabras que lo revelan y los hechos no se parecen a otra cosa que a nuestra propia narración.
El gato de Cheshire: cuanto más nos mete en el país de las maravillas, cuanto más nos mete en la historia más sonríe, una sonrisa que desmiente su dejarse ver y alude al fuera de campo, una sonrisa que dice: no dejes de pensar, las inercias visuales como referente de las palabras adecuadas son el laberinto.

By:Antonio Martínez Márquez


En tierra hostil...y estéril

Posted: lunes, 5 de abril de 2010 by Contacto in Etiquetas: , ,
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En tierra hostil/ Hurt Locker.
Dirección: Kathryn Bigelow
Guión: Mark Boal
Estados Unidos, 2008
1. La técnica induce y seduce. Lo primero que señalan los críticos al referirse a esta película son sus méritos técnicos, que no formales. Tomando prestado del documental una cámara dislocada y en constante ajetreo, aderezándolo con un puzzle de tomas y las ya imprescindibles escenas en cámara lenta se procura, y en ello parecen converger todas las opiniones, meternos en la piel de los protagonistas o, como se dice por ahí, con mejor o peor gusto, vivir la película en primera persona. Dicen, por todo ello, que es una película extremadamente realista.
Jamás he visto una explosión, pero que el polvo que levanta la onda expansiva se detenga en el aire para que yo pueda tocarlo, pues qué queréis que os diga, muy real no me parece. Tampoco mi vida (ni la tuya) es un mosaico de tomas. En cuanto a la película, en todo caso podríamos hablar de realismo espectacularizado o sobreproducido, mezclado, eso sí, con una suerte de mimesis esquizofrénica. Todo muy abultado y con muchas burbujas.
El punto de partida y la meta coinciden, como veremos, en la experiencia.
2. Citius, altius, fortius. El centro de gravedad de la película es un grupo de artificieros del ejército americano destinados en Iraq, y su eje, el protagonista, es un sargento con clara vocación suicida. La trama se inscribe temporalmente en una cuenta atrás, lo cual configura la película como acumulación de capítulos – que nadie se asuste, hay evolución de los personajes, poca, pero la hay – y genera una tensión narrativa in crescendo, que en realidad es lo único que sostiene la película. ¿Sobrevivirán los personajes? ¿Cuántos días les quedan para largarse? Estas dos preguntas son el nervio de la película, y su respuesta, cómo no, va de la mano de la absoluta falta de sentido de la intensidad. La intensidad, como el amor, si no se dosifica, empalaga.
3. Dicotomía suicida. Si hasta ahora teníamos el binomio poli bueno-poli malo, esta película inaugura la dicotomía suicida bueno-suicida malo. El primero es aquel que es capaz de dar su vida por los inocentes, mientras que el segundo sólo aspira a arrebatársela. El primero, por supuesto, es el héroe americano; el segundo, el muy ladino, se esconde tras esa X inmensa que, en esta película, es el pueblo iraquí. Nadie parece percatarse – y la última la directora – de que la presencia del suicida bueno es la causa de la existencia del suicida malo. Se necesitan, se complementan y, a veces, también se funden, y no precisamente en negro.

4. Universitarios abstenerse. No podía faltar un guiño al Tea Party. Uno de los personajes de la película, de alto rango, procura espolvorear el pensamiento positivo ( el ansiolítico occidental en palabras de Ferlosio) entre sus tropas. También, de modo altruista, ejerce de psicólogo de uno de los protagonistas. Éste, en un arranque castrense, le reprocha que nada sabe de la guerra, pues nunca ha estado en el frente ( algo así como que eso no lo enseñan en Yale). Qué va a saber de la guerra un tipo con estudios. En cuanto el coronel ( que por si aún no ha quedado claro, se llama John Cambridge) pone un pie en el frente, lo revientan. Si no es el único que tiene modales, sí es el único que los emplea con los iraquíes y eso, amigo, eso se paga.

"Si tú supieras lo mal que me sabe esto..."

5. La película que no quise hacer. Convengo en que no todas las películas deben hablar de todo. Uno escoge y con este simple acto le da voz a un pedazo de realidad para quitárselo a otro. La directora, si se viera – que no lo creo – en la necesidad de defender su toma de partida, podría escudarse en que lo que ella quería aprehender era el drama de un grupo de soldados en concreto – y quizás por extensión el de todos ellos. Ni quería hacer política, ni denuncia, ni nada de eso; conforme. Pero es que nadie le pide tal cosa.

Porque una cosa es apelar a una experiencia y otra, muy distinta, es encapsular el sufrimiento (descontextualizarlo) y vestirlo de vocación de servicio, cuando no de sacrificio redentor. Es una cuestión de contextos y de sentido. Tenemos, en primer lugar, un infierno. Y después unas víctimas, los soldados, despojados de su condición de verdugos; no por casualidad desactivan bombas en lugar de ser, por ejemplo, una unidad de choque. Las cuitas de los soldados no se entienden más allá del instinto de supervivencia y el microrrelato biográfico, lejos de cualquier disquisición de más vuelo. Siguiendo a Zizek, el otro no tiene rostro en esta película y siendo así, es difícil entender el sujeto y su experiencia o, mejor dicho, es imposible captarlo íntegro si se nos muestra mutilado. Apenas aparecen esbozadas tres formas de relacionarse con los iraquíes: el hostil, el paternalista y el civilizado-empático ( el del licenciado que vuela por los aires en cero coma). Y tienen que ver más con el carácter de los personajes que con cualquier consideración objetiva. Concluyendo. En tierra hostil representa la complejidad técnica al servicio de la simplicidad en la perspectiva, una película independiente que parece hecha por encargo, un ejercicio, en fin, de blanqueo ideológico por el camino de la experiencia individual, un panfleto estetizante y vacuo.

Artículo: Boinas verdes con rostro humano. Slavoj Zizek
En este artículo Zizek se refiere a una película que tengo en alta estima y que, en mi opinión, no trata con justicia. Si los dioses me lo permiten, le dedicaré la próxima entrada.
by: Gorka Maiztegui Zuazo

CC

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