La cinta blanca: Haneke y Nietzsche

Posted: domingo, 25 de julio de 2010 by Contacto in Etiquetas: , , ,
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Título: La cinta blanca
Título original: Das weiße band
Dirección: Michael Haneke
País: Francia, Alemania, Austria
Año: 2009
Fecha de estreno: 15/01/2010
Duración: 150 min.
Género: Drama, Bélico
Calificación: No recomendada para menores de 13 años
Reparto: Ulrich Tukur, Susanne Lothar, Josef Bierbichler, Burghart Klaußner, Marisa Growaldt, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Michael Schenk, Steffi Kühnert
Web: lacintablanca.blogspot.com
Distribuidora: Golem Distribución
Productora: Les Films du Losange, X-Filme Creative Pool, Wega Film
Presupuesto: 12.000.000,00 €

“La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer (...) Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas” (DELEUZE, G., Nietzsche y la filosofía)

Asesinar sistemáticamente el alma joven mediante una educación moral absolutamente estricta y severa es la mejor manera de asegurarnos la atrofia de los instintos vitales y un futuro pleno de inusitada y perversa violencia. La cultura, en tanto que organiza sociedades dotándolas de un sentido o dirección, reclama una memoria colectiva (o saber) que permita unas reglas (más o menos explícitas) favorables a la perseveración de las fuerzas-clases vencedoras. Para Nietzsche esta clase, sin duda, tiene su máximo representante en el sacerdote, médico y falso salvador que mantiene en la miseria a la vida enferma a la vez que se apodera de ella: “su arte (…) hacerse en todo momento dueño de los que sufren. Trae consigo ungüentos y bálsamos, no hay duda; más para ser médico tiene necesidad de herir antes; mientras calma el dolor producido por la herida, envenena al mismo tiempo ésta (...)” (NIETZSCHE, F., La genealogía de la moral; Traducción de A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 2007, p., 163). El sacerdote, a pesar de su debilidad para aceptar la vida, goza o gozó de una perversa inteligencia que marcó nuestro destino: “es el que modifica la dirección del resentimiento" (Op. cit., 164); convence al hombre enfermo de que él mismo es culpable de su enfermedad y le da "consuelo" proponiéndole ideales ascéticos. ¡Que mejor que la memoria como complemento!: “para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo permanece en la memoria lo que no deja de doler.”(Op. cit., 79). Y a esa memoria el hombre la llama “su conciencia”.


Tremenda escena que nos recuerdan la transvaloración judeocristiana de los valores bueno y malo del tratado primero de la Genealogía de la moral. El sacerdote culpa a los demás y reactivamente se puede identificar con el bueno: tú eres malo y yo soy el bueno (...). El cura, hace de su compasión, signo de debilidad, una virtud que le permite dominar al inocente, con un resultado monstruoso de raíces humanas, demasiado humanas.

El estilo austero, lleno de bella fotografía en terso blanco y negro; los silencios significativos y la gravedad de los temas tratados, nos recuerda a autores como Dreyer o Bergman. No obstante, en La cinta blanca no encontramos una sobrecarga simbólica sino una narración ágil y directa. Además, Haneke busca crear la ilusión de un ambiente familiar en un entorno rural idílico, casi cercano, que, sin embargo, reboza de ironía. Las imágenes apuntan continuamente a su lado siniestro, nos hacen visibles fuerzas invisibles, no dejan de sugerir, de estimular el pensamiento, sin recurrir a una burda espectacularidad que mellaría las fuerzas que atraviesan la pantalla.


Sugerencias que, por cierto, pueden interpretarse como la conexión entre los acontecimientos representados a lo largo de la película y las catástrofes históricas posteriores. En cualquier caso, podamos o no identificar una causalidad entre dicha conexión, la singularidad de la historia narrada tiene una fuerza universal, es decir, al mismo tiempo que se sitúa en un pequeño pueblo alemán entre 1913-14 también valdría para mostrar el germen fascista latente en cualquiera de nosotros. Vemos claramente como lo singular no se contrapone a lo universal - sino a lo abstracto- . La película tiene la fuerza de aquella vieja canción que asociamos a un acontecimiento determinado de nuestra vida y sin embargo va más allá de él.

El retrato de la crueldad que pervive oculta en una pequeña comunidad trae a la memoria Dogville de Lars von Trier. Allí también podemos ver como unos personajes asfixiados por los límites de un pequeño pueblo son capaces de una violencia extrema a causa de la rigidez moral y del miedo.

Pero lo más importante, desde una perspectiva nietzscheana, es la genealogía de la violencia que Haneke nos brinda en esta obra maestra. No deja de ser un dato remarcable el rechazo a reconocer las atrocidades de sus hijos por parte del pastor y la complacencia general del pueblo en aceptar una explicación fácil y plausible acerca de los extraños sucesos. Que mejor chivo expiatorio, culpables de los males sufridos, que los que se van del pueblo.

Damián Cerezuela Frías

CC

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