Idiocracy

Posted: lunes, 29 de agosto de 2011 by Contacto in Etiquetas: , , , ,
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Dirección: Mike Judge. País: USA. Año: 2006. Duración: 84 min. Género: Comedia.
Interpretación: Luke Wilson (Joe Bauers), Maya Rudolph (Rita), Dax Shepard (Frito), Anthony Campos (Secretario de Defensa), David Herman (Secretario de Estado), Sonny Castillo, Kevin McAfee (Bailiff), Robert Musgrave (Keller), Ryan Melton, Justin Long (doctor), Patrick Fischler, Darlene Hunt.
Guión: Mike Judge y Etan Cohen; basado en un argumento de Mike Judge.
Producción: Mike Judge y Elysa Koplovitz.
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía: Tim Suhrstedt.
Montaje: David Rennie.
Diseño de producción: Darren Gilford.
Vestuario: Debra McGuire.
Estreno en USA: 1 Septiembre 2006.
Estreno en España: 15 Junio 2007.

"Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y sobre lo primero no estoy seguro" 
(Albert Einstein) 

Quizás el adjetivo más idóneo para esta película es el que profirió una alumna de 2º de la ESO al calificarla de parida; no solo por el significado más común del término, despropósito o simpleza, sino también teniendo en cuenta la tercera acepción de la palabra según la Real Academia: obra, discurso, etc., que defrauda en gran medida lo que cabía esperar.

La película tiene una idea ingeniosa por la cual mereció la pena dedicarle una sesión a comentarla: Darwin no consideró que en el caso de los seres humanos, al no tener depredadores naturales, las leyes de la evolución pueden desembocar en las de la involución. Cuando la idiotez es tolerada por todos y promovida por nuestras instituciones, la inteligencia puede volverse contra el progreso de la especie. En un mundo dominado por la autoindulgencia epistémica, esa tendencia a deleitarnos en creencias confortables aunque mal justificadas, la persona perspicaz, paradójicamente, puede tener serias dificultades para sobrevivir. Y es que, como señalaba Voltaire, “la idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”.
                   

Aunque la acción se enmarca en el futuro, dentro de unos 500 años, la película no es sólo una advertencia sobre el atontamiento profundo al que se puede llegar (el ser humano es el único ser vivo que cuando toca fondo puede seguir cavando) sino fundamentalmente una sátira mordaz sobre nuestro presente. En el futuro, la película “culo” en la que únicamente se ve durante 90 minutos este trasero gana todos los Óscar, incluso el de mejor guión...
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Lástima que el potencial filosófico-político no haya sido desarrollado señalando con toda claridad las repercusiones que tienen, por ejemplo, las 10 personas más idiotas del mundo o las ideas más comúnmente aceptadas aunque no por eso menos peligrosas. En este sentido, no estaría mal hacer un pequeño ranking. A mi, por ejemplo, una frase que me pone muy nervioso es la  de “todo el mundo merece un respeto”, como si el valor de una idea o de una acción viniese de serie y no importaran sus consecuencias. En cuanto a las personalidades aspirantes al ranking, siendo actuales, cercanos y arriesgados, no estaría de más señalar a Esperanza Aguirre cuando, por poner un ejemplo, al ser preguntada sobre qué opinaba de Airbag respondió que es que ella sólo ve cine español; o Zapatero con sus políticas de "chiste-ra".

Quizás si la película hubiese arriesgado un poco más, si hubiese dado rienda suelta a una cierta crueldad incompatible con su continuo tono reconciliatorio (no se preocupen que no contaré el resumen ni el final del film), muy propio de las comedias, nos encontraríamos ante una película extraordinaria y un posible clásico de la ciencia ficción. Sin embargo, la película ha pasado bastante inadvertida, aunque quizás esto tenga más que ver con que, a pesar del tono cómico y reconciliatorio con el que se desarrolla, no deja de existir una crítica feroz a la sociedad americana. El Gatorade se utilizará hasta para regar las plantaciones y el presidente Camacho de EEUU, en fin, sin comentarios:


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En cualquier caso, de lo que no debería caber ninguna duda (y digo “debería” por el tono reconciliatorio de la película) es que Idiocracy trata de una distopía, es decir, de una utopía negativa en tanto que la realidad es dibujada en términos antitéticos a una supuesta sociedad ideal.

Hasta el momento, seguramente hemos entendido idiocracia como el gobierno de los idiotas, teniendo en cuenta que la palabra está compuesta de la raíz idio- y de –cracia (κρατία, puede traducirse como “poder” o “gobierno”), pero si nos atenemos a la etimología vislumbramos otros posibles significados para la raíz idio-. Según Fernando Savater, la palabra idiota viene del griego idiotés, término utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás. De hecho, el término ἰδιώτης (idiotes) se utilizaba en la antigua Grecia fundamentalmente para contrastar a la persona que solo solía presta atención a sus propios asuntos y que generalmente tenia poca formación con el ideal político ateniense fundamentado en la convicción de que no hay mayor placer para el ciudadano que la participación en la vida pública. En este sentido, el actual movimiento 15M parece contradecir el posible destino que nos dibuja Idiocracia en la medida que muestra un deseo de vida común y una denuncia de los ἰδιώτης (idiotes), sobre todo, hacia aquellos políticos, banqueros o especuladores varios que, aunque puedan ser políticos de profesión no hacen política propiamente porque únicamente prestan atención a sus asuntos privados. Ahora bien, ¿por qué a pesar de los refunfuños generalizados de gran parte de los ciudadanos es posible que Camps ganase las últimas elecciones en la Comunidad Valenciana?

No es de extrañar que debido al cada vez más reducido espacio de las humanidades en Educación y la desconexión entre la vida privada y el destino colectivo, falten recursos a la hora de articular esa clara sensación de impotencia e indignación que atraviesa a muchas personas. Sin duda, la fuerte crisis económica y política de nuestros días está relacionada con una crisis cultural. El malestar actual se relaciona con una falta de horizontes, con el modo de organizar nuestra existencia y con nuestro modo de experimentarla. A diferencia de la película, el consumo desbocado no parece ser un placebo suficiente para el tábano que todo humano lleva dentro. La televisión y el fútbol no son drogas tan potentes, como las que “nos ofrecía” Huxley en Un mundo feliz o el futuro que plantea Idiocracia.


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Mientras una avalancha de basura entra en su casa este hombre del futuro ve la televisión sin inmutarse porque está su programa favorito. Adorno ya nos advertía de las islas de euforia que el sistema genera para desviar el malestar, rabia o en general cualquier fuerza que pudiese ser crítica para el sistema. En la Antigüedad era aquello de pan y circo y probablemente actualmente es el fútbol, el consumo hasta el paroxismo o el día del perdón. La diferencia es que los romanos, al menos, tenían un horizonte vital mucho más diáfano.

La idiocracia es la antítesis del ideal político de Platón, el gobierno de los mejores. Pero no sólo eso, la idiocia (en el sentido social del término) es como la cara oscura de nuestras democracias, su posible degeneración. Si Platón levantara la cabeza quedaría perplejo ante las mediocracias actuales, cuya definición podríamos aventurar como el gobierno de los medios (de comunicación) y de los medio-cres. En este sentido, la idiocracia sería el peor escenario de la mediocracia.

Es curioso que los políticos últimamente hablen de una especie de MIR que quieren implantar para mayor formación, según dicen ellos, y precarización del profesorado mientras que no se les ocurre que para gobernar un país o aspirar a ello no estaría de más saber inglés, un poquito de economía o haber adquirido unos principios éticos un pelín sólidos. El descrédito actual de las forma de gobierno por excelencia en Occidente sumado a la extensión del atontamiento mundial hace que la frase de Sir Winston Leonard Spencer Churchill cobre una fuerza indiscutible:

"El mejor argumento en contra de la democracia 
es una conversación de cinco minutos con el votante medio."

Un buen  antídoto contra la estulticia generalizada, a la que según Idiocracia nos vemos avocados como especie, seria tomarnos en serio algunas de las ideas que John Stuart Mill desarrolla en Sobre la libertad, 1850. Mill denuncia algunos de los peligros de la sociedad democrática: la opinión pública y la tiranía de la mayoría. El filósofo y economista inglés, que, dicho sea de paso, fue el primero en acuñar el término distopía, reclama la necesidad de originalidad ante el despotismo de la costumbre. Según el pensador, la libertad individual, una libertad que no se refiere al idiota puesto que Mill no la entiende como un egoísmo o un mero preocuparse de uno mismo, es positiva para el progreso de la sociedad. La variedad de opiniones es fundamental para la riqueza de todos. Y en este sentido, es muy importante mejorar la política, la moral y la educación, para hacer posible que la individualidad sea enriquecida en beneficio de todos.

Mill defiende que para promover el bienestar intelectual de la humanidad es necesaria la libertad para expresar opiniones y su discusión por cuatro razones:

1. Una opinión silenciada puede ser verdadera.
2. Aunque sea equivocada puede tener una parte de verdad.
3. Siendo verdad, a menos de que sea discutida puede ser considerada falsa debido a  los prejuicios de la sociedad.
4. Si no se expresa se puede debilitar y perder.


Mill justifica la libertad de opinión y  de expresión de todas aquellas opiniones que sea posible discutir, pero no de aquellas que no admiten ningún tipo de crítica o discusión posible.

Compárese esto ahora con el funcionamiento de la política en España y quizás podamos entender por qué Idiocracia es la mano negra que acecha nuestro presente. Estos días, en contra de las recomendaciones de Stuart Mill sobre la necesidad de discusión, el gobierno español y su mayor oposición quieren hacer una rápida reforma de la Constitución para limitar el déficit sin tener en cuenta a la ciudadania ni a sus propuestas. Una reforma exprés, después de años de discusión sobre otros asuntos más importantes que no han sido tocados, que sólo sirve para mostrar una servidumbre infinita ante los mer(kel)cados. No sé si estamos en una idiocracia pero, desde luego, el término despotismo "idiotado" podría definir perfectamente el estado actual de las cosas. Mientras tanto, en Wall Street se ríen a carcajadas ante lo que el gobierno español y su oposición quieren pactar para que parezca que hacen algo. El atontamiento aún no ha tocado fondo.

 Damián Cerezuela Frías


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Bazar solidario

Posted: lunes, 15 de agosto de 2011 by Contacto in Etiquetas: , ,
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Duración 47 minutos Formato betacam digital
Realización y producción Zeltia Outeiriño, Aleix Cortès
Guión Aleix Cortès, Zeltia Outeiriño
Dirección de Fotografía Zeltia Outeiriño
Edición Zeltia Outeiriño
Postproducción de vídeo Raúl Ciannella
Sonido de estudio Jacobo Méndez
Postproducción de sonido Oriol Cuspinera
Música Marcel Vila, Aleix Cortès
Interpretación Ginés Bolívar
Escenografía Marta Soto Formoso

                                       

 Si tenemos los muebles del comedor de caoba,¿por qué no podemos adoptar un niño a juego?


Esto no ha sido dicho por nadie pero se deduce de algunas operaciones internacionales de adopción por encargo. Adopciones de pago que  hacen rentable el butrón en la caja débil de la orfandad.

En 2007 vimos la tramoya del desplazamiento irregular de niñas y niños africanos; falsamente heridos rezumaban mercrominas: un teatro sanitario para el entretenimiento de la soledad, hastío e inutilidad que se amontona en el encierro doméstico de las vidas occidentales. En 2009 el terremoto de Haití también ha dado la ocasión para el secuestro con la miseria como coartada. La catástrofe transformada en feria de muestras de la industria de la solidaridad. En Haití, el solidario dar la oportunidad de otra vida a unas decenas de niños ha dado ocasión al fresco desparpajo para considerar la indocumentación de unos niños como señal de mercancía abandonada.

Se ha hecho tangible que gran parte del mundo sigue el camino, o se ha convertido en un pozo negro. Y aunque los verdugos no parecen identificables, las víctimas están al alcance de cualquiera que abra los ojos.

Desde el confort o desde la precariedad submileurista, infrasubmileurista o nieurista, se hace insoportable la extensión veloz de la miseria. No está en un gueto, tampoco es un submundo: es el mundo.

Estamos constatando que la globalización va aumentando por millones las vidas desperdiciables. También va incluyendo a las nuestras como espectadores. Chatarreado de manos y cerebros que es una inutilización e impotencia: ahí sólo queda sobrevivir o buscar el entretenimiento.

Pero no queremos ser espectadores. Queremos hacer algo. Somos conscientes de que en el primer mundo las instituciones “sociales” gubernamentales son estructuras autorreferenciales, burocracias que transforman las soluciones en problemas. Grandes orquestas de la dilación, que con las partituras de los impresos interpretan la sinfonía del aplazamiento. Y, respecto a algunas ONG pues ya hemos visto cómo cuando sale del donante la donación se convierte en ventaja y lucro del profesional del reproche y la recriminación….

Una nueva modalidad de solidaridad se está popularizando: el apadrinamiento. “El bazar solidario” es un documental que recoge el viaje desde la donación hasta contactar con el apadrinado. Hasta Colombia se fueron Aleix y Zeltia para filmar los efectos de un impulso solidario. Plano a plano la cámara va siguiendo el rastro de los 0´65 € al día con los que puedes apadrinar a un niño.





No vamos a explicar el documental, hay que verlo. Y, si te gustó el de M. Moore este no te va a decepcionar. El documentalismo entra en crisis cuando se regodea en el tremendismo o ahoga lo que podría verse como un aleccionamiento del espectador. “El bazar solidario” tiene la peculiaridad de que en ningún momento guían a los entrevistados. En ningún momento hay actuación ni escenografía y el ritmo brota de la toma, único elemento que organiza el desarrollo temporal.

De hecho Aleix y Zeltia fueron guiados por la ONG: sólo que lo que la cámara va recogiendo desmiente la autopromoción de la gerencia solidaria. Hay tomas de gran densidad visual: los gestos, las caras, las seriedades del haberse mudado…, que dejan la intervención de la ONG como una representación. Ahí se confrontan el falso documental y la literalidad a la que alude. Queda desmentido cualquier anuncio que haya motivado a alguien para apadrinar. Se desmienten las imágenes de sus anuncios, así como la letra grande y la letra pequeña.

De manera transparente y directa el espectador puede contemplar cómo la donación sostiene una estructura de permanentización de la dependencia, así como de banquerización de la miseria. En “El bazar solidario” verá un testimonio, de antología, sobre qué clase de bicho es eso de los microcréditos: el picor de la deuda contagiado donde casi no hay superficie biográfica. Oiremos como se describe con lenguaje macroeconómico: “materias primas”, “empresarialidad”…, lo relacionado con un crédito de 100 dólares (¡!). También podremos contemplar la grandilocuencia con que se describen los “desayunos nutricionales”: cada quince días e incluyen charla sobre cómo cocinar (¡!), lo que viene a ser: cómo hacer menú para ocho con la patata que se comería uno sólo.

La película termina con una reflexión sobre el apadrinamiento hecha por un hombre y una mujer colombianos en voz en off, que representa la voz del pueblo. Dicen que recibir ayuda de otros países a través del apadrinamiento supone "entender, cuando apenas eres un niño o niña, que ni tú, ni tu familia, ni tu país se desarrollan, simplemente, dependen", y al mismo tiempo vemos un grupo de niños riendo, no sonriendo, riendo desenfadamente... unas alegrías que no son las de quienes han recibido un regalo de algún padrino. La alegría que no deriva de ningún objeto, la alegría que se desprende del estar unos con otros, allí ,entre la hierba y en la soberana independencia de no tener que preocuparse de si hay algún enchufe cerca para poder jugar.


Antonio Martínez Márquez

CC

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