En tierra hostil...y estéril

Posted: lunes, 5 de abril de 2010 by Contacto in Etiquetas: , ,
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En tierra hostil/ Hurt Locker.
Dirección: Kathryn Bigelow
Guión: Mark Boal
Estados Unidos, 2008
1. La técnica induce y seduce. Lo primero que señalan los críticos al referirse a esta película son sus méritos técnicos, que no formales. Tomando prestado del documental una cámara dislocada y en constante ajetreo, aderezándolo con un puzzle de tomas y las ya imprescindibles escenas en cámara lenta se procura, y en ello parecen converger todas las opiniones, meternos en la piel de los protagonistas o, como se dice por ahí, con mejor o peor gusto, vivir la película en primera persona. Dicen, por todo ello, que es una película extremadamente realista.
Jamás he visto una explosión, pero que el polvo que levanta la onda expansiva se detenga en el aire para que yo pueda tocarlo, pues qué queréis que os diga, muy real no me parece. Tampoco mi vida (ni la tuya) es un mosaico de tomas. En cuanto a la película, en todo caso podríamos hablar de realismo espectacularizado o sobreproducido, mezclado, eso sí, con una suerte de mimesis esquizofrénica. Todo muy abultado y con muchas burbujas.
El punto de partida y la meta coinciden, como veremos, en la experiencia.
2. Citius, altius, fortius. El centro de gravedad de la película es un grupo de artificieros del ejército americano destinados en Iraq, y su eje, el protagonista, es un sargento con clara vocación suicida. La trama se inscribe temporalmente en una cuenta atrás, lo cual configura la película como acumulación de capítulos – que nadie se asuste, hay evolución de los personajes, poca, pero la hay – y genera una tensión narrativa in crescendo, que en realidad es lo único que sostiene la película. ¿Sobrevivirán los personajes? ¿Cuántos días les quedan para largarse? Estas dos preguntas son el nervio de la película, y su respuesta, cómo no, va de la mano de la absoluta falta de sentido de la intensidad. La intensidad, como el amor, si no se dosifica, empalaga.
3. Dicotomía suicida. Si hasta ahora teníamos el binomio poli bueno-poli malo, esta película inaugura la dicotomía suicida bueno-suicida malo. El primero es aquel que es capaz de dar su vida por los inocentes, mientras que el segundo sólo aspira a arrebatársela. El primero, por supuesto, es el héroe americano; el segundo, el muy ladino, se esconde tras esa X inmensa que, en esta película, es el pueblo iraquí. Nadie parece percatarse – y la última la directora – de que la presencia del suicida bueno es la causa de la existencia del suicida malo. Se necesitan, se complementan y, a veces, también se funden, y no precisamente en negro.

4. Universitarios abstenerse. No podía faltar un guiño al Tea Party. Uno de los personajes de la película, de alto rango, procura espolvorear el pensamiento positivo ( el ansiolítico occidental en palabras de Ferlosio) entre sus tropas. También, de modo altruista, ejerce de psicólogo de uno de los protagonistas. Éste, en un arranque castrense, le reprocha que nada sabe de la guerra, pues nunca ha estado en el frente ( algo así como que eso no lo enseñan en Yale). Qué va a saber de la guerra un tipo con estudios. En cuanto el coronel ( que por si aún no ha quedado claro, se llama John Cambridge) pone un pie en el frente, lo revientan. Si no es el único que tiene modales, sí es el único que los emplea con los iraquíes y eso, amigo, eso se paga.

"Si tú supieras lo mal que me sabe esto..."

5. La película que no quise hacer. Convengo en que no todas las películas deben hablar de todo. Uno escoge y con este simple acto le da voz a un pedazo de realidad para quitárselo a otro. La directora, si se viera – que no lo creo – en la necesidad de defender su toma de partida, podría escudarse en que lo que ella quería aprehender era el drama de un grupo de soldados en concreto – y quizás por extensión el de todos ellos. Ni quería hacer política, ni denuncia, ni nada de eso; conforme. Pero es que nadie le pide tal cosa.

Porque una cosa es apelar a una experiencia y otra, muy distinta, es encapsular el sufrimiento (descontextualizarlo) y vestirlo de vocación de servicio, cuando no de sacrificio redentor. Es una cuestión de contextos y de sentido. Tenemos, en primer lugar, un infierno. Y después unas víctimas, los soldados, despojados de su condición de verdugos; no por casualidad desactivan bombas en lugar de ser, por ejemplo, una unidad de choque. Las cuitas de los soldados no se entienden más allá del instinto de supervivencia y el microrrelato biográfico, lejos de cualquier disquisición de más vuelo. Siguiendo a Zizek, el otro no tiene rostro en esta película y siendo así, es difícil entender el sujeto y su experiencia o, mejor dicho, es imposible captarlo íntegro si se nos muestra mutilado. Apenas aparecen esbozadas tres formas de relacionarse con los iraquíes: el hostil, el paternalista y el civilizado-empático ( el del licenciado que vuela por los aires en cero coma). Y tienen que ver más con el carácter de los personajes que con cualquier consideración objetiva. Concluyendo. En tierra hostil representa la complejidad técnica al servicio de la simplicidad en la perspectiva, una película independiente que parece hecha por encargo, un ejercicio, en fin, de blanqueo ideológico por el camino de la experiencia individual, un panfleto estetizante y vacuo.

Artículo: Boinas verdes con rostro humano. Slavoj Zizek
En este artículo Zizek se refiere a una película que tengo en alta estima y que, en mi opinión, no trata con justicia. Si los dioses me lo permiten, le dedicaré la próxima entrada.
by: Gorka Maiztegui Zuazo

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