¿Con qué sueñan las muñecas hinchables? (Air Doll)

Posted: lunes, 2 de abril de 2012 by Contacto in Etiquetas: , , ,
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Título: Air Doll
Director: Hirokazu Koreeda
Guión: Yoshiie Goda (manga), Hirokazu Koreeda
Actores: Doona Bae, Arata, Itsujiro Itao
País: Japón
Año: 2009
Productor: Engine films, Bandai Visual company, TV Man Union
Duración: 125 minutos 

1. Pigmalión revisitado

Air Doll cuenta la historia de una muñeca hinchable que, a través del amor más bien turbio que le profesa su dueño, acaba cobrando vida. Por medio de este recurso, Hirokazu Koreeda plantea una fábula que, más allá de una lectura superficial, revela no sólo ciertas dinámicas sociales (que son, a su vez, síntomas de la ideología dominante) sino también las inercias formales que podríamos interpretar como un producto de las primeras. Valga como adelanto que en Air doll hay más de Amelie de lo que nos gustaría.

La historia se desarrolla en el Japón contemporáneo y las coordenadas en la que se mueve la trama son las de la soledad del individuo en el medio urbano. Dentro de ese contexto, la historia comienza presentando la extraña relación entre  Nozomi, la muñeca protagonista, y su dueño. Él la viste (para desvestirla después), la baña y come con ella, le comenta cómo le ha ido en el trabajo y la lleva de paseo en una silla de ruedas. Tras todo este “amor”, Nozomi cobra vida y aprovecha las ausencias de su dueño para explorar el mundo. Ya tenemos, pues, el conflicto: un mundo deshumanizado que buscará su redención por medio del itinerario vital de su protagonista, la ya mujer Nozomi.

Las divergencias con el mito de Pigmalión son interesantes: a diferencia de Galatea, Nozomi es un producto industrial fabricado en serie y diseñado para satisfacer las necesidades sexuales de los consumidores. Y no olvidemos, además, que Pigmalión se enamoró no de una mujer, sino de su propia proyección de las mujeres, de su idea de mujer y, en fin, de su creación. Ese narcisismo coincide con el del dueño de Nozomi: él quiere ese producto en serie en tanto que es capaz de contener todo lo que sus necesidades proyectan en ese objeto. La gran diferencia, y quizás en ella resida una de las claves del consumo actual, es que cuando Nozomi cobra vida, su dueño la repudia. O lo que es lo mismo: si el consumo es experiencia, ésta debe conducir al control en ambas direcciones: la muñeca hinchable no puede rebasar los límites de mi imaginación; de lo contrario, y parafraseando el viejo refrán, yo me convierto en su prisionero.



2. El buen salvaje
 
Nozomi, en tanto que recién nacida y pese a tener memoria del uso (y abuso) que su pasado encarna, se mueve por el mundo tocada por una inocencia edénica que la sitúa, mal que bien, como el salvaje romántico rousseauniano en medio de la fiebre capitalista de una ciudad japonesa. Nozomi es cándida y curiosa, deseosa de aprender y disfrutar de la belleza que descubre en cada pequeño detalle. Al principio hablé de la inercia formal y este es el primer paso en el proceso de “amelización de la historia”: un personaje de naturaleza excepcional que, con ayuda de su inocencia de hierro, desarma la mezquindad imperante de la sociedad que nos rodea; el Quijote pierde toda su ironía y le sustituye una suerte de hada madrina desfacedora de entuertos amorosos. Esta última analogía seguirá humeando: en el cuarto punto de esta crítica encontrará su columna vertebral. Pero antes...

3. Un soplo de aire fresco
 
Nozomi, pese a su nuevo status, no tiene necesidad de comer ni de dormir; la suya es una vida muy particular. Lo único que necesita es, claro está, aire. Y ese aire que la sostiene, tan necesario, lo obtiene, al principio, de una mancha para después, una vez que ha conocido el amor, conseguirlo a través de los pulmones del amado (que la hincha, claro está, por el ombligo). El alma, siguiendo a Aristóteles, es un soplo, pneuma, un aire caliente que diferencia los cuerpos inanimados del mundo físico y posibilita el movimiento. La maniobra, en Air Doll, está clara: lo que en la teoría del estagirita alcanza el alma a través de la física (igualando) aquí se individualiza a través de las pasiones. O lo que es lo mismo, aquí el alma no se tiene; se da o se quita. Y eso, según Air Doll, lo hacen los demás. Lo que nos lleva, con más miedo que esperanza, al siguiente punto:

4. Alienación y poética de la coincidencia. 

Quizás fue Magnolia la película que abrió la veda, pero hoy en día las películas que entrecruzan sus varias tramas por medio del recurso de la coincidencia casi constituyen un género. El azar resuelve, por medio de una magia de segundo nivel, los problemas que nos ocupan disipando, de paso, el gris que constituye eso que llaman rutina. Cuando este tipo de estructuras coinciden con las buenas intenciones del buen salvaje se consuma la “amelización de la historia”. Y es cuando resalta el déficit político de este tipo de planteamiento: está claro que las mónadas también tienen su corazoncito, pero con eso no basta.


El diagnóstico de la modernidad que presentan producciones como Air Doll es que el problema, fundamentalmente, es que nadie te quiere. La soledad no se plantea en otros términos que los afectivos, que parecen ser los únicos vínculos entre ciudadanos, susceptibles de rescatar y poner en valor. La alienación, de la cual “el lado frío de la cama” no era más que un síntoma, una sedimentación, se ha vaciado de contenido, desviado y presentado como una carencia meramente sensible. Como mucho, en Air Doll, la solidaridad toma la forma de una cadena de favores.

5.  A la basura con los sentimientos

Tras un amor fallido, Nozomi acaba en una basura, no sin antes repartir su aire en forma de esperanza entre los muchos personajes desgraciados de las subtramas. Al final, en un happy ending epifánico (vamos, de mentirijilla, como el de El fin de los días o El orfanato) Nozomi, en sueños, celebra el cumpleaños que jamás pudo tener. Sin “amor verdadero”, el cuerpo deviene objeto y, tras su consumo, se desecha. El egoísmo y la falta de entendimiento se medio resuelve por medio del sacrificio de la protagonista.

Quedan en el tintero, sin embargo, muchas de las varias lecturas que Air Doll ofrece; entre ellas, por supuesto, una interpretación desde una perspectiva de género; Nozomi es un artefacto de sustitución sexual, la cosificación de una idea cuya vagina, de plástico, se separa del cuerpo para limpiarla de sus residuos orgánicos. En tanto que contenedor de deseos sexuales su fin no desaparece incluso cuando cobra vida y se incorpora al mercado laboral.

Las muñecas hinchables sueñan, según Air Doll, con un amor que las constituya y les dé un cuerpo de verdad, luego sueñan con su derecho a la carne. Una carne y un alma que, a diferencia de lo que plantea Air Doll, es inimaginable sin la autonomía del que escoge amar en lugar de asumirlo, alegremente, como un imperativo categórico. 

                  Gorka Maiztegui Zuazo    



 

1 comentarios:

  1. Soñamos con que alguien nos de un soplo y nos vuelva la vida

CC

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