Centauros del desierto
Posted: martes, 10 de julio de 2012 by Contacto in Etiquetas: Antonio Martínez Márquez, Ética y Ciudadanía, John Ford, Western
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Título: Centauros del desierto
Título original: The searchers
Dirección: John Ford
País: Estados Unidos
Año: 1956
Duración: 119 min.
Género: Drama, Aventuras, Western
Reparto: John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles, Ward Bond, Natalie Wood, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Antonio Moreno, Hank Worden, Beulah Archuletta, Walter Coy, Dorothy Jordan, Pippa Scott, Patrick Wayne, Lana Wood
Guión: Frank S. Nugent
Productora: Warner Bros. Pictures
Presupuesto: 3.750.000,00 $
Centauros del desierto trata de la puerta. Lo que hace casa es la puerta. El mundo es lo que se ve desde la puerta. En la estética de Centauros del desierto lo que hace cine es el encuadre.
Cinematográficamente
la película trata de la puerta como metáfora del encuadre, de la delimitación del campo. El contracampo es lo que está por
exterminar, lo imprescindiblemente a excluir, para hacer posible una
obra y no otra. También los apaches serán exterminados para hacer
posible una determinada manera de vivir. El límite del encuadre, ese
obstáculo, es a la vez condición de posibilidad.
Así
como salen de la casa también la cámara viaja. ¡De qué manera!,
de una manera que te hace olvidar que lo que ves está filmado.
Comenzar reconociendo un límite integra al espectador y borra la
distancia. Un realismo que no se busca en la adecuación del reflejo
objetivo, se consigue por la inmersión del espectador en el
espectáculo. No hay montaje de atracciones, ni saturación de
simbología, ni cualquier encadenamiento que presuponga un mundo
semiotizado. Hay presencia geológica de una enormidad para la que
los hombres ni pinchan ni cortan. Ahí ya te has olvidado del
encuadre. De la misma manera que el mestizaje, que es la presencia
manifiesta de los dos lados, será aceptado porque produce todos los
efectos de ser familia, (Lo mestizo es presentado como un azar, un
existente de ningún lugar). También el ojo se olvida de dónde
provienen las imágenes, se olvida del híbrido técnica y
naturaleza.
El
horizonte es el suelo del cielo y el suelo de la casa el horizonte de
la silla y la mesa: hábitat de la raza blanca. El balancín en el
porche es un híbrido que comunica el adentro con el afuera, un
afuera entendido como despliegue de "las maneras en la mesa".
En
Centauros del desierto, como en la Odisea, gran parte de la historia
transcurre indirectamente, contada en una carta, una carta leída por
una blanca instruida, junto al fuego y escrita por un mestizo
inmerso en la oralidad, alguien que escribía igual que hablaba. Una
doble oralidad que complica la historia y sus efectos, pero que fija
el quién y el qué de lo humano y lo no humano. Y que ya es una
primera crónica. Los apaches son mostrados confundiendo manta y
chica, no hacen historia. Y la culturización comanche es presentada
como idiotización.
La
toma de la tierra: violencia, escritura y oralidad
La
película ha sido juzgada bajo esquemas de antropología cultural que
ahogan la verdad simple y terrible que presenta: la toma de la
tierra. Carl Schmitt , en su obra "El nomos de la Tierra el
derecho de gentes del ius publicum europaeum", explica cómo
Estados Unidos crea un nuevo derecho internacional como extensión de
las reglas de su colonización del Oeste. Centauros del desierto
presenta muy bien el choque de dos voluntades, no hay ningún derecho
que sea anterior a ese choque, ni diálogo posible: es una la lucha
por la posesión que no busca el reconocimientoo del otro, por eso no
hay dialéctica. Los mexicanos habían ganado la batalla del Álamo
pero no toman la tierra, En la lógica de la película los mexicanos
no toman la tierra porque pactan, dialogan con los nativos, no
quieren enemistarse y rechazan la lucha definitiva. Por eso su
derecho queda ambiguo.
Pero
es una guerra sin reglas y por eso la reglamentistica del shérif o
el ejército formal resultan caricaturescos ante lo que se dirime.
Rescatar a una sobrina es dirimir quien se reproducirá allí. El
causus
bellum
es totalmente atávico y una autoafirmación "no quiero lo bueno
porque es bueno. Es bueno porque es lo que quiero". El hambre
también es un arma, un asedio en el exterior que obliga al
desplazamiento. Profanar tumbas también será imprescindible.
Desplazamiento, expulsión y exterminación no pueden dejar lugar ni
para muertos: si hay tumba hay raíces. Nacer no es suficiente para
tener derecho (obvio: los blancos vienen de otro sitio) pero tener
muertos enterrados, recinto de cementerio, hace nacer derecho.
Gran parte de
la acción está marcada por otra oralidad, la del diccionario que
empieza y acaba con la palabra "no". La fundación e
institución de un orden no transcurre como intercambio de mensajes,
no presupone ningún consenso ni ninguna razón común. Ese momento
constituyente no hay ninguna escritura que dicte, se da como lucha
entre dos autopercepciones que se excluyen una a otra como sujeto de
ningún derecho. Ahí quien intenta entender al otro aparece como
"la confusión delirante" y se niega a sí mismo. Es el
personaje del loco que no quiere sentarse a la mesa con silla firme,
quiere un balancín y moverse entre la casa y la naturaleza.
Quienes
escriben cartas y mueven dinero obtienen una ventaja tecnológica. La
carta y el dinero son dos circulantes que transportan la
sedentarización. El despliegue nómada sólo es reconocido como
anhelo de asentamiento y bajo la reproducción aplazada. El
despliegue nómada es el afuera, es un despliegue de
dispersión tribal, bajo un lenguaje deficitario de rastros,
huellas, vestigios. Un afuera que no puede esconderse, que va dejando
su firma en la letra pequeña de las pistas e indicios para su
localización. Un mundo tan frágil con el que basta el arma y las
persuasiones del hambre. La
inteligencia y el tener razón vendrá con la victoria.
Esa
guerra adopta la forma de una guerra de razas que, como dice M.
Foucault, se consolida como derecho y normas en racismo de Estado. En
esa guerra lo mestizo es un azar, mezcla de contagio moral, un
adoptable si cae del todo de este lado y es incorporado por papeles:
el testamento y matrimonio. El mestizo pertenece al orden de lo
anecdótico y casual. El mestizaje es una indeterminación
inconsentible, y, más tarde, integrada sólo como inferioridad
funcional.
Desahucios
Centauros
del desierto trata del desahucio a gran escala: a millones de
personas. Desahucio a quienes miran sin contar y ven sin medir. Desahucios con el papel, su
letra pequeña, la firma y la culpabilización del desconocimiento. Desahucios calificando de acto voluntario
lo que transcurre en un mundo de
espacio y tiempo trucados. Confiar en lo dicho y no escrito es el
estigma que hace perseguible, desahuciable, y todavía más perseguible.
La deuda es presentada como la cicatriz, la marca de vidas sacrificables. Pero esa herida es abierta por la misma deuda y su calculística que confunde hipoteca con biografía y propiedad con poder vivir. No hay salida bajo un derecho que en el momento de la verdad se desdice.
La deuda es presentada como la cicatriz, la marca de vidas sacrificables. Pero esa herida es abierta por la misma deuda y su calculística que confunde hipoteca con biografía y propiedad con poder vivir. No hay salida bajo un derecho que en el momento de la verdad se desdice.
Antonio Martínez Márquez